ADORACION NOCTURNA MEXICANA
CONSEJO SUPERIOR ARQUIDIOCESANO
Arquidiócesis de México
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Responsable: Rubén Robles Monge.
          

                                           Introducción. Génesis. Construcción del Templo de San Felipe de Jesús. Antecedentes.   Los inicios
                              

Historia de la Adoración Nocturna Mexicana
(Desde sus inicios hasta 1930)

          Este documento es un informe redactado por el primer Presidente de Consejo de la Adoración Nocturna Mexicana (en ese entonces "Consejo Supremo"), para presentar  en la Asamblea reunida para celebrar los 25 años de fundación de la Adoración Nocturna en nuestra Patria.
          En este documento "...vas a encontrar, también, la verdad pura y auténtica de lo que es la Adoración Nocturna mundial y, en especial, la Adoración Nocturna Mexicana; cómo se fundó en nuestra Patria, cómo se ha extendido y cómo fue su acción en el tiempo llamado 'La Persecución Religiosa' en nuestro país. Encontrarás, a la vez, héroes y mártires que hombro con hombro, lucharon por su Fe y por su Ideal." (Rev. Lic. Mons. Enrique Roberto Salazar Salazar. Director Espiritual Arquidiocesano. México, D.F.)
          Como es un documento algo extenso, se irán colocando en esta página en varias partes.
          (Subtítulos del que transcribe)




¡Adorado sea el Santísimo Sacramento!
¡Ave María Purísima!

INFORME
que remite nuestro querido
hermano, Presidente del
Consejo Supremo,
Señor Don Reynaldo Manero.


          Ilmo. y Rmo. Señor;
          Respetables Ministros del Altísimo;
          muy amados hermanos
          en Jesucristo:

          GRANDE sería mi satisfacción si pudiera dirigiros la palabra personalmente en estos momentos solemnes en que pasada la terrible tormenta que ha rugido sobre vuestras cabezas dejando en derredor  innumerables cadáveres de los seres más amados, puede aprovecharse la dulce calma que por favor divino  disfrutamos para reunir en Asamblea a los supervivientes adoradores de Jesús Sacramentado. No me es posible hablaros cara a cara, como lo hice en otros tiempos, tal vez más felices, pero el afecto fraternal que me une a vosotros salva con estos renglones mal trazados la inmensa distancia que nos separa.
          Debió ser al término de los veinticinco años de existencia de nuestra amada Institución Nocturna, cuando se verificara esta Asamblea con el objeto que la motiva; no hay para que mencionar  la causa que me ha obligado  a demorarla hasta esta fecha. Como lo hubiera hecho entonces, paso a reseñar, a grandes rasgos, los trabajos llevados a cabo en el primer cuarto de siglo de nuestra vida eucarística como asociación.          
          


Génesis de la Adoración Nocturna.

          Me permito dar algunas reminiscencias que juzgo oportunas para cimentar la historia.
          La Adoración Nocturna tuvo origen desde los primeros tiempos del Cristianismo. Los cristianos de aquella época celebraban por lo general  sus reuniones protegidos por las sombras de la noche; se agrupaban en derredor de las tumbas de los Apóstoles o de otros santos mártires, en donde los sacerdotes celebraban la Santa Misa en la cual se les impartía la Sagrada Eucaristía que recibían después de adorarla. Los romanos, que eran en extremo supersticiosos, veían con temor el lugar donde se depositaban a los muertos, por lo cual, hasta cierto punto estaban seguros los primitivos cristianos dentro de las catacumbas, que eran los panteones de sus mártires, en donde penetraban amparados por la obscuridad de la noche, teniendo precaución de salir antes del amanecer.
          Desde su institución, la Sagrada Eucaristía ha recibido incesantemente cultos de adoración, inclusive las horas de la noche, particularmente en las comunidades de religiosos, aunque con diversas prácticas anexas a sus respectivas reglas.
          La Adoración Nocturna, como toda una institución colectiva, fue establecida por primera vez en Roma.
          El Canónigo coadjutor de la Iglesia de Santa María in Via Lata,  Doctor Don Giacomo Sinibaldi, que había concebido la idea de semejante fundación, en febrero de 1809 hizo el primer ensayo invitando a algunos otros compañeros de Cabildo a permanecer durante la noche velando al Santísimo, expuesto en su iglesia, en ocasión de tocarle el turno de las Cuarenta Horas. Repitieron la piadosa práctica  el día de Jueves Santo y, fuera de la propia, en otras iglesias de Roma en varias noches. Se asociaron a Sinibaldi, en esta empresa eucarística, su colega, el canónigo Bonomi, también de Santa María Via Lata; el marqués Giovanni Patrizi y el caballero don Lorenzo Giustiniani, de la casa principesca de este nombre. Poco a poco se fueron uniendo a ellos algunos otros miembros del clero y personas seglares.
          Imprimieron un opúsculo dando noticia de la obra iniciada, y como fuese grande el número de los que solicitaran ser en ella inscritos, se dio carácter de regularidad y permanencia de la misma. En la noche del 19 al 20 de noviembre de aquel año de 1810, se verificó la primera Vigilia regular en Santa María in Via Lata, que después fue repitiéndose todas las noches en las distintas iglesias en que estaba expuesto el Santísimo Sacramento en forma de  Cuarenta Horas.
          Al siguiente día, reunidos los cuatro primero fundadores en el Palacio Giustiniani, determinaron las normas a que había de sujetarse la nueva institución y se constituyeron en Consejo Directivo, eligiendo Presidente al caballero Giustiniani, Camarlengo al marqués Patrizi, Consejero y síndico al Canónigo Sinibaldi y Secretario al Canónigo Bonomi.
          Dividieron la noche en dos partes, con dos distintos grupos de adoradores, y acordaron que el turno de las Velas siguiese el orden sucesivo de las Exposiciones en forma de Cuarenta Horas.
          Para informar y facilitar la práctica de la adoración, el Canónigo Sinibaldi escribió el Directorio que fue usado por primera vez, todavía manuscrito, en la Vela del 5 de diciembre de 1810, en San Pedro; impreso en 1815. Con escasas variaciones, es el mismo todavía de que hoy se sirven los adoradores nocturnos.
          Como libro de meditaciones, después de varias tentativas y ensayos para componer uno expresamente para los adoradores, en 1831 se decidieron a utilizar las visitas al Santísimo, de San Alfonso María de Ligorio.
          Toda obra que nace en Roma o que en Roma se establece, tiende naturalmente a la universalidad. Así acaeció con la Adoración Nocturna. Elevada al grado de Archicofradía por León XII en su Breve de 23 de abril de 1824, con la facultad de agregar y hacer partícipes de sus indulgencias y privilegios a otras asociaciones filiales, se unieron a ella en diversas épocas nuevas fundaciones de la Asociación (sic) Nocturna establecidas en Francia, España, Portugal, Inglaterra, Argentina, Bogotá, México, Montreal y hasta en Oriente (Aleppo).
          En 1910, la noche del 19 al 20 de noviembre, en la misma iglesia en que tuvo origen la Adoración Nocturna, se celebró una solemne Vigilia para conmemorar el primer centenario de la obra. A media noche cantó la Misa Monseñor Bugarini, actual Presidente. El Papa de la Eucaristía, Pio X, les bendijo por realizar una Obra tan santa merced a la cual,  las horas que los hombres dedicaban al descanso y muchas veces al crimen, los asociados las consagran a la adoración de Jesús Sacramentado, centro de todo amor y fuente de toda gracia. Estas son palabras de Su Santidad Pio X.


          La construcción del Templo de San Felipe de Jesús.

          A mediados del siglo XIX, por los años 1857 a 1860, la Revolución triunfante en México, encabezada por la masonería, había expulsado frailes, exclaustrado monjas, confiscado bienes eclesiásticos, demolido conventos, derrumbado iglesias; robado ornamentos, alhajas, vasos sagrados y cometido toda clase de profanaciones. Entre las ruinas de las iglesias quedaron parte de sus muros en el más completo abandono varios años, vistos por muchos con piadoso respeto y con impía indiferencia por otros.
          Veinte años depués de esta hecatombe, Monseñor Doctor Don Antonio Plancarte y Labastida concibió el pensamiento de levantar un templo con el carácter de expiatorio nacional, en el cual, día y noche, se diera culto de reparación y desagravio a Jesús Sacramentado, para pedirle perdón por aquellos desmanes de la impiedad. Algunos años transcurrieron durante los cuales Monseñor Plancarte, a modo de misionero, con una constancia infatigable, recorrió el país dando a conocer desde los púlpitos su piadoso proyecto, demandando limosnas para llevarlo a cabo con el propósito de que a ello contribuyera todo el pueblo mexicano a fin de que el Templo fuese construído a costa del Óbolo Nacional.
          Al mismo tiempo Monseñor Plancarte dedicaba algunas horas libres, durante sus viajes, para visitar las ruinas de las iglesias profanadas donde, puesto de rodillas, hacía ferviente oración derramando abundantes lágrimas; no retirándose de cada sitio que visitaba sin desprender de los restos de aquellos muros, alguna piedra que guardaba cuidadosamente dentro de su maleta de viaje. Así reunió en varios años numerosas reliquias que reservaba destinadas para determinado fin.
          Con los primeros productos de su colecta, Monseñor Plancarte adquirió en propiedad un lote de terreno, que en otro tiempo formara parte del gran convento de San Francisco, en la ciudad de México, demolido por la ya mencionada Revolución; este terreno comprendía una parte del antiguo atrio de San Francisco y dos sitios donde hace doscientos años se habían fabricado las capillas de Aranzazú, la Purísima y San Antonio de Padua, que formaban parte del convento, estando ubicado dicho lote en la arteria principal de las avenidas de la Capital que lleva el nombre de San Francisco. Quiso Monseñor Plancarte que fuese levantado el Templo Expiatorio en ese lugar, para reparar las ofensas hechas a Dios por tantos espíritus exaltados que han pasado por aquella avenida en manifestaciones hostiles a la Religión Católica; también para que los transeúntes, que abundan por ahí más que por otros rumbos de la Ciudad, fácilmente pudieran detenerse entrando al Templo, ofeciendo, aunque con brevedad, postrados de rodillas, algún acto de homenaje a Jesús Sacramentado. El 2 de agosto de 1885 se dió principio a los cimientos, y en la misma fecha del año siguiente se colocó la piedra angular del Templo, habiendo sido bendecida por el Ilustrísimo Señor Arzobispo de México, Doctor Don Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos.
          El Templo fué dedicado a San Felipe de Jesús por ser el protomártir mexicano que murió a semejanza de Cristo, enclavado en una cruz y por considerarse que en su martirio está claramente manifiesto el carácter especial que debe revestir el Templo que se le ha dedicado. El martirio de Jesucristo expió los pecados de todos los hombres; el martirio de los santos expía los pecados de sus prójimos. La comunión de los santos es la participación que los unos fieles tenemos en los bienes de los otros como miembros de un mismo cuerpo; nada más natural que los mexicanos tengamos una participación más directa, más íntima, más legítima en los bienes de nuestro glorioso compatriota.
          Más de diez años duró la construcción. Cuando llegó el momento de construir el altar mayor donde debía hacerse la Exposición Eucarística, Monseñor Plancarte, personalmente, haciendo los oficios de albañil, por su propia mano formó los cimientos de aquel altar con la piedras que había adquirido en sus piadosas visitas a los templos profanados; acto significativo de su amoroso anhelo de reparación.
          El día 3 de febrero de 1897, el Ilustrísimo Señor Arzobispo de México, Doctor Don Próspero María Alarcón y Sánchez de la Barquera, consagró y dedicó el Templo; Monseñor Plancarte celebró la primera Misa. Dos días después, festividad de San Felipe de Jesús, se inauguró el Templo; por la noche de ese día se manifestó por primera vez al Santísimo Sacramento, celebrándose la primera Vigilia en que se adoró al Señor toda la noche; dirigió la distribución Monseñor Plancarte acompañado de algunos de sus amigos a quienes invitó expresamente, teniendo la satisfacción de haberse contado entre ellos el que escribe estas líneas.
          La masonería, que no ha cesado de extorsionar a la Iglesia Católica, puso trabas bajo cuerdas ocultas, que impidieron abrir el Templo al culto público hasta tres años después. Sin embargo, a puerta cerrada, se verificaron otras vigilias en distintas fechas, aun posteriormente a la sentida muerte de Monseñor Plancarte ocurrida el 26 de abril de 1898.
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                                                                          Inicio
Antecedentes de la Adoración Nocturna Mexicana.

          Sin relación alguna con los ideales de Monseñor Plancarte, por los mismos años que se edificaba el Templo de San Felipe, alguna persona piadosa se esmeraba en extender el culto del Santísimo Sacramento con la fundación de nuevas cofradías, denominadas de Minerva, por la analogía que éstas tienen con la Archicofradía del mismo título establecida en Roma. Con bastante éxito se logró establecerlas en diversas parroquias de la capital de la República, y en la ciudad de Tacubaya, que vinieron a aumentar las ya existentes desde tiempos muy remotos. A fin de dar mayor lucimiento a estas fundaciones, se invitaban unas a otras Cofradías, particularmente el día de la inauguración de alguna, o bien al celebrar sus aniversarios, lo cual dio lugar al estrechamiento de los lazos fraternales.
          El 12 de enero de cada año corresponde a la Arquidiócesis de México la función que todas las Diócesis de la Nación consagran por turno, mes a mes, a la Santísima Vrgen de Guadalupe en su Basílica. El año 1894 fue tan escasa la concurrencia a esa solemnidad por no haber sido día feriado ni ser posible trasladar aquella a la próxima diminica, que se pensó celebrar otra fiesta en domingo como para demostrar que la primera Sede de la República no cedía en las restantes en su amor y veneración a la Excelsa Reina de los mexicanos. Aprovechando la excelente armonía que ha precedido siempre a las relaciones de las diversas asociaciones eucarísticas de las ciudades de México y su vecina de Tacubaya, los dignatarios de todas ellas , en una Asamblea general que bajo la presidencia de los señores párrocos de San Cosme de México, Licenciado Don Samuel Argüelles y de Tacubaya Doctor Don Leopoldo Ruiz y Flores, se efectuó el 5 de febrero del citado año de 1894 en la casa habitación de su iniciador Don Reynaldo Manero, entonces hermano mayor de la Cofradía de la Minerva  de la Parroquia de San Cosme.
          En las deliberaciones de dicha asamblea resultó la determinación de celebrar anualmente en la Basílica de Guadalupe, reunidas todas las Asociaciones Eucarísticas que estaban representadas en la Asamblea, la primera fiesta de la Minerva. Y, tanto para darle forma a esta determinación, cuanto para estrechar los lazos de la buena armonía y hermandad entre unas y otras asociaciones de igual índole, quedó constituído desde esa fecha el Centro Eucarístico. El Centro se amparó bajo la protección y patrocinio de la Santísima Virgen María bajo su advocación de Guadalupe, y de San Felipe de Jesús, por ser este el santo del día en que se fundó el Centro Eucarístico . ¡Oh Providencia de Dios! Nadie pensó en aquellos instantes la influencia que este Centro vendría a tener en muy breve tiempo en las Obras Eucarísticas del Templo Expiatorio de San Felipe de Jesús.
          Más tarde, obedeciendo la intención del Papa León XIII en su Carta Apostólica de 28 de noviembre de 1897, se proclamó tercer Patrono del Centro a San Pascual Bailón, y a devoción unánime cuarto Patrono a Señor San José.
          Desde la fundación del Centro en el año 1894, todos los años, en el mes de enero, ha seguido verificando cada vez con mayor esplendor la primera fiesta de la Minerva en la Basílica de Guadalupe, con asistencia de las mismas y nuevas Asociaciones Eucarísticas.
          En las primeras sesiones de la Junta Organizadora se discutieron las bases que debían servir de pauta para el Reglamento, las que se discutieron en varias sesiones. Presentadas a la revisión y censura de la autoridad eclesiástica, el 13 de febrero de 1896 quedaron aprobadas por el Ilustrísimo Señor Arzobispo  de México Doctor Don Próspero María Alarcón, quien se dignó conceder, además, algunas indulgencias. Ratificada la elección del personal de la Junta Organizadora, se constituyó en Consejo Directivo, tomando posesión solemne al terminar la función que para este fin se dispuso en el Templo de San Francisco el 26 de mayo del mismo año 1896, festividad del patrocinio de Señor San José. El acto de la toma de posesión tuvo verificativo en el salón de juntas del Congregación de San Luis Gonzaga, el cual, por concesión especial de los Padres de la Compañía de Jesús sirvió por varios años de punto de radicación para las sesiones del Centro Eucarístico.
          Sabido ya el origen de la construcción del Templo Expiatorio, así como el objeto  para que venía destinado; conocida también la existencia del Centro Eucarístico, podrá comprenderse la indispensable colaboración de estas dos Obras en la Institución de la Adoración Nocturna Mexicana.
          Vencidas la dificultades que estorbaran en un principio, se determinó la pertura del Templo Expiatorio de San Felipe de Jesús. A la muerte de Monseñor Plancarte, quedó encargado de este Templo su albacea testamentario Monseñor Doctor Don Leopoldo Ruiz y Flores, anteriormente párroco de Tacubaya, y en la actualidad de este incidente Abad de la Basílica de Guadalupe. Concurrió como párroco/director  de la cofradía de Minerva a la Asamblea en que se fundó el
Centro Eucarístico
. Siendo Abad de la Basílica de Guadalupe, presidía la fiesta de Minerva que anualmente celebraban reunidas todas la cofradías de dicho Centro.
          El 21 de enero de 1900, al terminar la función de la Minerva en la Basílica de Gudalupe, Monseñor Ruiz presentó a los dignatarios del Centro Eucaristico con el R. P. Don Francisco Salvador, O. D., Capellán del Templo de San Felipe, disponiendo en su calidad de albacea testamentario del finado Monseñor Plancarte, que fuese este Templo el que sirviera de punto de radicación al mencionado Centro para el desarrollo de sus obras eucarísticas. Ocho días después, fecha 28 del mismo mes, en un salón que existía sobre la sacristía de San Felipe, se reunió el
Centro
Eucarístico con los Padres Operarios Diocesanos, Capellanes del Templo, con el objeto de la toma de posesión conforme a las disposiciones de Monseñor Ruiz.
          Posteriormente a la muerte de Monseñor Plancarte, su albacea testamentario Monseñor Ruiz, con aprobación del Ilustrísimo Señor Arzobispo de México, en marzo de 1899, había encomendado la Capellanía del Templo de San Felipe al P. Don Federico Salvador, de la Congregación de Operarios Diocesanos (Josefinos) cuya casa matriz radica en Tortosa, España. Sea dicho de paso que este sacedote estableció el Sagrado Depósito en dicho Templo desde el 16 de julio del mismo año.
          El personal directivo del Centro Eucarístico lo formaban en tales momentos  los señores: Reynaldo Manero, Emilio Lozano, Luis N. de Antuñano, Alberto Hoppensted y Antonio Gómez, quienes desempeñaron los cargos de Presidente, Secretario, Tesorero y Vocales, respectivamente.                                                                                                              11F05

                               Desde sus inicios hasta 1930.                                           Artículos. Comentarios.                               
                                Organización, comunicados.                                                          Estructura y desarrollo.
                                                                                                                                             
                                El distintivo, la bandera                                                                  Estructura y desarrollo.
                                                                                                                                                  
                                          Su uso. Comentarios a                                                                     Organización.
                                          salmos y lecturas.                                                      
                                         


Página actualizada el: 6/2/08


Los inicios

          Consecuente con los ideales de Monseñor Plancarte, fué su primera determinación fundar la Adoración Nocturna. De pronto se pensó organizarla de acuerdo con el reglamento que rige en  la Archicofradía de Roma, estudiando algunas reglas provisionales para ponerlas en práctica mientras se obtenían dichos estatutos; pero uno de los Padres Capellanes, Don Antonio Rodríguez, O. D., manifestó que dentro de su maleta de viaje traía al acaso un ejemplar del Reglamento de la Adoración Nocturna Española, Institución que no era conocida en el Centro Eucarístico. A instancia de la presidencia el Padre presentó dicho reglamento, el cual, casi sin hojearlo, de unánime parecer, se adoptó para regir la nueva institución: se necesitaba un reglamento; ya se tenía, pues a ponerlo en práctica.
          Desde luego, el personal directivo del Centro Eucarístico se constituyó  en Consejo Supremo de la Adoración Nocturna Mexicana, asumiendo, a la vez, el carácter de Directivo del Centro Eucarístico.
          Estaba ya determinado por el albacea testamentario de Monseñor Plancarte, que el Templo Expiatorio se abriera al culto público en la fiesta de su titular San Felipe de Jesús, que era el día 5 del mes de febrero inmediato; es decir, a los ocho días siguientes a la sesión de que nos ocupamos. El Consejo Supremo no quiso perder una oportunidad tan plausible, por lo que decidió inaugurar la Adoración Nocturna en la noche del 4 al 5 , la víspera de esta fiesta, con los elementos que tuviera a su alcance.
          En las Cofradías de la Minerva se había observado una estricta disciplina y buena voluntad para ejecutar todas disposiciones emanadas del Consejo Directivo del Centro Eucarístico, por lo cual no se vaciló en disponer de su personal para nutrir los primeros Turnos de la Adoración Nocturna, contando, además de antemano, con su ferviente amor a Jesús Sacramentado.
          Este personal se distribuyó en cinco Turnos nombrando para cada uno Jefe y Secretario a dignatarios de las mismas Cofradías. A cada Turno se dió por Titular a los Patronos del Centro Eucarístico en la forma que sigue: Turno 1o. Nuestra Señora de Guadalupe. Turno 2o. San Felipe de Jesús. Turno 3o. San Pascual Bailón. Turno 4o. Señor San José; al Turno 5o. se dió por Titular a San Antonio de Padua, en memoria de Monseño Plancarte, cuyo Santo era el de su nombre.
          Las últimas determinaciones tomadas en la importante sesión fueron: pedir a Madrid algunos rituales de la Adoración Nocturna; comisionar a los diverso dignatarios del propio Consejo a fin de arbitrarse recursos para la adquisición de camas y utensilios para el servicio de la guardia, así como para cubrir el presupuesto de gastos de las noches de Vigilia, que por de pronto se convino en que tuvieran efecto las noches de todos los sábados, haciéndola el 5o. Turno en miércoles, cuando el mes no tuviera cinco sábados.
          Durante la semana siguiente se hizo la convocatoria para la asistencia de los nuevos adoradores; se adquirió en librerías el Oficio del Santísimo Sacramento, del cual no pudo encontrarse más de cuatro ejemplares, suficientes para los primeros meses. Pocos días depués,  en el mismo salón que se efectuó  la sesión de la toma de posesión, se instaló el dormitorio dotado de veinticuatro camas donde pudieran reposar los adoradores nocturnos el tiempo libre de una a otra distribución  de las prácticas piadosas, y mientras a cada uno correspodiera la hora de vela.
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El Ritual.-

1)          Nuestro Ritual es un libro litúrgico; con él nos ayudamos a celebrar nuestras vigilias, nuestras               horas de guardia. Con él también nos ayudamos a realizar nuestro ejercicio de sacerdocio común que adquirimos por el bautismo. No es un devocionario, aunque sí lo podemos usar para nuestras oraciones personales.
2)          Con nuestro Ritual oramos como Iglesia, en nombre de la Iglesia e, impulsados por el Espíritu Santo, nos asociamos a Jesucristo Nuestro Señor, para que en Él podamos alabar, adorar y bendecir al Padre. El Ritual debe ser tratado con respeto.
3)          Es el equivalente al Misal que usa el sacerdote ministerial para celebrar la Santa Misa. El Misal es un ritual que tiene nombre propio. Por tanto, debe ser usado en forma equivalente.

Algunas reglas para el uso del Ritual.

1)          Es muy importante leer y reflexionar conscientemente todo lo que está escrito en  letra roja, se llaman rúbricas. Son indicaciones para realizar correctamente el Rito de nuestra Vigilia.
Si revisamos el Misal que usa el sacerdote ministerial para celebrar la Santa Misa, notaremos que igualmente tiene numerosas rúbricas. Un sacerdote recién ordenado revisa cuidadosamente las rúbricas para que su celebración la realice de modo apropiado y como está mandado hacerse.

2)          No debe usarse el Ritual para solamente pronunciar las palabras ahí escritas, como si fuera un libro mágico con el cual suponemos obtener cosas. El Ritual nos ayuda a comunicarnos con Dios, de tal manera que lo que leemos es como si nosotros lo hubiéramos sacado de nuestra mente y nuestro corazón. Como no tenemos esa habilidad, usamos nuestro Ritual. Además el Ritual contiene abundantemente Sagrada Escritura (Antífonas, Salmos, Lecturas, etc.), por medio de lo cual nos encontramos con Dios mismo. Si solamente leemos sin reflexionar, ese encuentro no se realiza.

3)          No se pronuncian ningún título de lectura, títulos de  moniciones o referencias, ya sea que estén escritas en negro o en rojo. Excepcion hecha del anuncio de los salmos.
Así como no debe decirse en la Misa  "primera lectura... segunda lectura... oración para tal...";  de manera similar se debe hacer con nuestro Ritual.
          
4)          Es muy importante tomar en cuenta que en  todo el Ritual son contadas las ocasiones en que las oraciones deben pronunciarse por todos en conjunto.
No está permitido pronunciar las oraciones que solo están indicadas para quien dirige, que normalmente es el Jefe del Primer Coro.
La razón es  que solo se debe escuchar para reflexionar en nuestra mente y nuestro corazón lo que estamos escuchando y no distraernos pronunciando las palabras. Para suplir el anhelo de pronunciar las palabras para alabar a Dios, debemos con gran gozo y ánimo proclamar la palabra Amén al final de cada oración.  Con esta palabra estamos diciendo que lo que otro pronunció es como si nosotros lo hubiéramos dicho; así manifestamos nuestra comunión con nuestros hermanos y con Dios; pero, finalmente, nos asociamos a la verdad de Dios. El Señor Jesús, en el Evangelio, usa mucho esta palabra para manifestar que lo que Él dice es la verdad plena.

5)          No está permitido adicionar, quitar o modificar ya sea las palabras o su sentido de lo escrito en el Ritual. Siendo un libro litúrgico, ha sido revisado por la autoridad de la Iglesia. Si, en conciencia creemos que debiera modificarse algo, existen los medios para llegar a esa autoridad y atender sus indicaciones.

La Bandera de la Adoración Nocturna Mexicana.

La Bandera en el Ritual.

Nuestra Bandera contiene un rico simbolismo. A grandes rasgos simboliza la presencia del Señor Jesús entre su Pueblo que peregrina en la Adoración Nocturna , por su presencia eucarística, ya que el Señor en la Eucaristía tiene dominio sobre todo el universo.

          Por esa presencia de Dios entre nosotros que ella simboliza, merece todo nuestro respeto; pero sin llegar a extremos de considerarla como algo divino ya que es solamente un símbolo de lo que, finalmente, debemos ser nosotros. Nuestra bandera nos llama a manifestar esa santidad que hemos adquirido en nuestro bautismo; nos llama a ser cada uno de nosotros presencia eucarística, es decir a ser testigos de esa presencia santa de nuestro Dios y Señor Jesucristo en el pan y el vino consagrados: la Eucaristía.

Así que la bandera, siendo un lienzo hermosamente bordado y respetable, no puede ser santa porque es solamente una cosa; santos deben ser sus portadores porque ellos son Templo de Dios desde su bautismo. Por esta gran responsabilidad los abanderados tienen que ser debidamente preparados, ya que existe la posibilidad de que puedan ser escogidos para presidir alguna vigilia solemne.

A continuación se enumeran algunas indicaciones para el uso de la bandera, anotadas en nuestro Ritual. Posteriormente ampliaremos con otras.

Pág. 31          Inciso  15a.-          
          Expuesto el Santísimo Sacramento, a nadie más se le debe reverencia...la bandera no lleva hachas; no se besa el distintivo, etc.

Pág. 33, 22a.-
          El Presidente de la Sección tiene el derecho de llevar la bandera en los actos generales o solemnes a que concurra la Sección, pero puede delegar este honor a otro adorador. En los actos de un solo turno corresponde al Jefe llevar la bandera; en los de más de un turno, al Jefe del más antíguo, siempre con facultad de delegar.

Pág. 33, 23a.-
          USO DE LA BANDERA.-  Leer de pág. 33 a la 36 del Ritual.

Pág. 37, 25a.- 
          En la sala de guardia... se requieren...dos hachas de cera para la guardia de la bandera...

Pág. 50          
          Terminada la Junta de Turno... el jefe de noche designa a los portahachas...

Pág. 52
          Salida y Presentación de la Guardia.

          2.   El Jefe de noche toma la bandera y llevando delante al Secretario (de turno) con la bandeja de las intenciones y a derecha e izquierda dos adoradores con hachas encendidas, pasan solemnemente por enmedio de las filas a colocarse a la cabeza.
          3.   En cuanto entra en filas se canta la siguiente estrofa (Vexilla Regis: Los Estandartes del Rey) en su tono propio y los adoradores, cuando pasa la bandera que preside, por delante de cada uno, inclinan profundamente la cabeza.
          4.   Llegada la bandera a la cabeza de las filas y terminado el canto de la anterior estrofa, el que preside entona el sacris solemniis.
                    (Pág. 34, regla B-a. A la salida de la Guardia, al pasar entre filas, mientras se canta el "Vexilla", enhiesta. En marcha, durante, durante el "Sacris Solemniis", hasta llegar al presbiterio, al hombro derecho).

Pág. 54, 5.
          Llegados al altar , el abanderado se coloca de pie en el presbitrio del lado izquierdo, teniendo la bandera en la mano derecha y la izquierda hacia el altar. Los que llevan las hachas se retiran.

          A la Exposición de Nuestro Señor, el Santísimo Sacramento.

  Tan luego que Nuestro Señor se expone al colocarlo en la Custodia, el abanderado, estando de pie, debe presentar la bandera. Esto es extendiendo el brazo con que se sujeta la bandera e inclinándola levemente. Si no se inciensa al Señor por alguna razón, esto es lo único que se hace, no se arrodilla ni se rinde la bandera.
   A la incensación el abanderado rinde la bandera.

            Para rendir la bandera:
1)          El abanderado hinca la rodilla derecha en tierra sin inclinar el cuerpo.
2)          Inclina la bandera desplegada en forma horizontal sin que llegue al suelo.
3)          Acabado el acto, pone vertical la bandera.
4)          Se pone el abanderado de pie.
El abanderado coloca la bandera en su peana y puede retirarse.

Observaciones.-
a)          La bandera que preside siempre irá del lado izquierdo del altar y solamente   ella. Esto es porque cuando hay muchas banderas la que preside es la única que representa a Nuestro Señor Jesucristo y se indica con los portahachas que van a su lado. Las demás banderas son solo banderas de guardia y, en todo caso, representan a su sección. En vigilias ordinarias de un solo turno, como solo hay una bandera presente, esta es la que preside y ella es la que representa al Señor. Las banderas que acompañan a la que preside, son banderas de honor. Estas, al llegar al altar, van del lado derecho.
b)          En el punto 2) anterior se dice que la bandera debe ser "desplegada en forma horizontal sin que llegue al suelo". Normalmente esto es imposible ya que el abanderado está hincado y el lienzo es largo y por ello siempre llegará al suelo. Se recomienda inclinar la bandera a los sumo a 45° para la rendición. No olvidar que para que el asta de la bandera no resbale, su extremo que va en el piso debe detenerse con la rodilla derecha que el abanderado  tiene en el piso.